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ABOGADO.- *Especialista en función Judicial de Derecho Civil y de Derecho de Familia.- *Operador de Conflictos (Mediador).- * Docente de la UM en la Cátedra de la Dra. Raya de Vera en la materia Derecho Internacional Privado.- * Secretario del Instituto de Derecho Internacional Privado del Colegio de Abogados de Moron, a cargo de la Dra. Maria Andrea Esparza (http://institutointernacionalprivado.blogspot.com.ar/).- *Miembro del Instituto de Derecho Informático y Nuevas Tecnologías del Colegio de Abogados de Moron.- *Fue miembro del Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires durante cuatro años.- * Actualmente ejerce la profesión (T°XI, F° 991, CAM; T°117, 478 CPACF).-

sábado, 2 de noviembre de 2013

Que es eso de la violencia?

Por Viviana D. Berón[1]

Podríamos comenzar el abordaje de esta temática citando el concepto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) acuñó al respecto, diciendo que VIOLENCIA es: “el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”.
Pero NO! Hemos decidido comenzar con un poema inédito: 
Mi felicidad soy Yo, no tu.
No solo porque tú puedas ser temporario,
sino también porque tu pretendes que sea lo que no soy.
no puedo ser feliz cuando cambio
meramente para satisfacer tu egoísmo.
Tampoco puedo sentirme satisfecha cuando me criticas
por no pensar o por no ver como lo haces tú.
Me llamas rebelde.
Y sin embargo cada vez que he rechazado tus creencias
te has rebelado en contra de mí.
Yo no trato de moldear tu mente.
Sé que estas tratando fervientemente de ser tu mismo.
No puedo permitirte que me indiques lo que debo ser
porque estoy dedicada a ser yo misma.
Decías que yo era transparente y fácilmente olvidable.
Pero entonces, ¿por qué trataste de usar mi vida
para demostrar quién eras tú?
La autora, Michelle, no pudo salir sanamente del circulo de violencia en el que estaba inmersa, y en Julio de 1967, a la temprana edad de 20 años,  se suicidó.
Nelson Mandela, afirmó que el siglo XX será recordado como un siglo marcado por la violencia. Le son  características, la destrucción masiva, la violencia infligida a una escala nunca antes vista y nunca antes posible en la historia de la Humanidad. Pero este legado, fruto de las nuevas tecnologías al servicio de ideologías de odio, no es el único que soportamos ni que hemos de arrostrar.
Menos  visible, pero aun mas difundido, es el legado del sufrimiento individual y cotidiano: el dolor de los niños maltratados por las personas que deberían protegerlos, de las mujeres heridas o humilladas por parejas violentas, de los ancianos maltratados por sus cuidadores, de los jóvenes intimidados por otros jóvenes y de las personas de todas las edades que actúan violentamente contra sí mismas.
Esta realidad se reproduce así misma, a medida que las nuevas generaciones aprenden de la violencia de las anteriores, vemos así, como las victimas aprenden de sus agresores y se permite, también,  que perduren las condiciones sociales que favorecen la violencia. Aquellos que conviven con la violencia a diario la asumen como algo inherente a la condición humana.
Es cierto, que en la actualidad, la violencia es la pandemia que nos afecta a todos en mayor o menor medida. Algunos, podrán como mecanismo de defensa resguardarse en sus casas y evitar los lugares peligrosos. Pero otros, no tendrán escapatoria, ya que la amenaza de la violencia está dentro de sus hogares y lejos de la mirada de los demás.
El cambio de paradigma, el cuestionar la idea de que los actos violentos son meras cuestiones de intimidad familiar o de elección individual, o bien aspectos inevitables de la vida; ya es un avance positivo sobre el tema. Es hacer público lo que, hasta no hace tanto, se consideraba “privado”. 
Sabemos, y es cierto, que la violencia es un problema complejo; relacionado con esquemas de pensamiento y comportamiento conformados por distintas cuestiones que se dan en el seno de las familias y comunidades. Cuestiones que tienen que ver con lo cultural; con la noción de que comportamientos  son aceptables e inaceptables, esto denota una valoración ética del obrar  humano. La noción de que constituye un daño está influida  por la cultura de una sociedad determinada y en un tiempo determinado. Vemos, entonces, como estos conceptos son necesariamente susceptibles de revisión, a medida que los valores y las normas sociales evolucionan.

La sociedad está organizada por medio de estructuras de poder. La familia, como célula fundamental de la sociedad, es una estructura de poder. Donde vemos el ejercicio legitimo de ese poder, pero en este contexto se puede dar lugar al abuso del poder. Y este abuso es la violencia.
Hablábamos del ejercicio legítimo del poder. Ahora bien, ¿quién lo legitima? Y ¿de qué hablamos, cuándo hablamos de PODER? Podríamos decir que el poder, desde un punto de vista restringido,  es la capacidad de ejercer influencia, control o dominio sobre el otro. Y la legitimidad de ese ejercicio surge como consecuencia del consenso social. El poder es legítimo porque es culturalmente aceptado.
Las diferencias naturales de género han dado lugar a la construcción social del patriarcado, con sus distintos matices a lo largo de la historia de la humanidad. La característica fundamental es la concepción de la superioridad del hombre con respecto a la mujer. Esto no solo crea estructuras jerárquicas sino también roles prescriptos de inferioridad e incompetencia, obligación de obediencia y sumisión, lo cual propicia la aparición del abuso de poder. Todo esto es mucho más profundo que simplemente la determinación de quien domina la familia; sino que esto define cuál es posición de la mujer en la sociedad. Eva Giberti explica que “los sistemas patriarcales introducen el dominio sobre las mujeres, los niños y niñas, y conducen a que éstos no solo lo acaten sino que finalmente lo consientan en defenderlo o en formar parte de él como algo inevitable y natural”. Si bien actualmente, esta situación se ha ido modificando considerablemente, con respecto al pasado, debido a que la mujer actual tiene un rol, dentro de la familia y de la sociedad, mucho más protagónico y ha alcanzado lugares antes impensables; todavía, la mirada deconstructora y descalificante de lo femenino no se ha erradicado por completo del inconsciente social. Son ejemplos de esto los dichos que como algo ingenuo o inocuo se repiten a diario y lo que es peor por nosotras mismas… “Peligro andante, mujer al volante”. “Quien se fía de una mujer, se fía de ladrones” (ya lo decía Hesiodo en su obra “Trabajos y Días, 373-375”, donde mostraba a la mujer como ese mal necesario para el hombre, que venía a seducirlo para usurpar lo que no era suyo. Donde muestra también al hombre como dueño y señor de todos sus bienes siendo la mujer un objeto más de su propiedad, a quien debe enseñar, conducir y modelar como sujeto, debido a su precaria racionalidad y la debilidad característica de su género. Por ello se debía desposar a una mujer joven, así ese dominio pedagógico, esa pastoral conyugal,  podía ser llevada a cabo satisfactoriamente por el hombre. La mujer, al igual que los niños, era considerada un incapaz; pero a diferencia del niño, varón, que sale de ese estado de incapacidad al llegar a la mayoría de edad, la mujer hasta no hace tanto era incapaz siempre. Criterio que prevaleció por años. La sociedad patriarcal la cuidaba!!!). “Cuando llegues a tu casa zúrrale a tu mujer. Tu no sabrás por que, ella si” (proverbio árabe).  “Quien te quiere, te aporrea” (de esta concepción he sido testigo directo, durante el tiempo en que colaboraba en CARITAS de la Parroquia de San Antonio de Padua dando clase de apoyo a los chicos y chicas que allí concurrían, hablando un día con una mama de origen paraguayo, me dijo muy convencida, “Che, Señorita…. Si tu marido no te pega no te quiere”… lo cual ameritó no solo una charla al respecto sino la reflexión final de lo arraigado y naturalizado que está la violencia hacia la mujer).
Siguiendo esta línea de pensamiento vemos,  como a diario, muchos varones, al sentirse amenazados por la presencia de una mujer en aquellos ámbitos que históricamente eran masculinos, en forma descalificante y sancionadora las  “mandan a lavar los platos”  a modo de recordarles así, que  su lugar en el mundo es el ámbito doméstico. Es cierto, durante siglos, la casa (oikos) fue el lugar reservado a la mujer. La cual era destinada a la realización de los quehaceres, labores domésticos y la crianza de los hijos. Actividades consideradas improductivas. La mujer no produce solo genera gastos. Es lógico que en este contexto encontremos el poder familiar en cabeza del Padre. Quien no solo detenta el poder económico sino también el poder moral y social. Es la autoridad principal de la familia. Es quien imparte las normas. Es decir, que tiene  el ejercicio efectivo del poder sobre ese grupo humano conviviente.
Es evidente como  toda estructura familiar  se organiza entorno a dos variables principales: el género y el poder. A partir de aquí, se conforma una organización jerárquica de tipo vertical donde las variables a tener en cuenta son lo generacional y el género nuevamente.  Cada uno de los componentes familiares tienen una serie de atribuciones y responsabilidades según el status que ocupen dentro de esta institución a la que pertenecen.
Pero estas “diferencias jerárquicas”  suelen originar  y al mismo tiempo justificar conductas autoritarias y, en muchos casos, abusos de poder dando lugar así a la aparición de violencia en la familia.
La  violencia intrafamiliar abarca tanto el maltrato de niños, la violencia contra la pareja y el maltrato de los ancianos. Vemos entonces, que los sujetos mas vulnerables son los niños, los ancianos y las mujeres.
La OMS, ha dicho que se calcula que mueren, por año, más de 520.000 personas en el mundo a consecuencia de la violencia interpersonal. Pero las estadísticas no cuentan toda la historia. Muchas muertes se disfrazan de accidentes o se atribuyen a causas  naturales o desconocidas. En la india, los funcionarios públicos sospechan que numerosos fallecimientos de mujeres registrados como “quemaduras accidentales” fueron en realidad asesinatos, en los que maridos u otros familiares las rociaron deliberadamente con algún tipo de sustancia inflamable y les prendieron fuego. Esta modalidad también se ha dado en nuestro país y no en todos los casos registrados se  pudo comprobar el homicidio. 
Por cada persona que muere a causa de actos violentos hay muchas más que sufren lesiones físicas o psíquicas.
En el caso de la violencia contra la pareja, además de las agresiones físicas, como patadas o golpes, este tipo de violencia comprende las relaciones sexuales forzadas y otras formas de coacción sexual, los malos tratos psíquicos, como la intimidación y la humillación, y los comportamiento controladores, como aislar a la persona de su familia y amigos o restringir su acceso a la información y la asistencia.
En todo el mundo, de a cuerdo a los estudios realizados, los hechos desencadenantes de la violencia  son muy similares, entre ellos se cuentan la desobediencia o las discusiones con la pareja masculina por dinero o por celos, no tener la comida preparada a tiempo, no cuidar satisfactoriamente a los hijos o a la casa, negarse a tener relaciones sexuales, o la sospecha del varón de que la mujer le es infiel.
En el caso de los niños, la violencia comprende el maltrato físico, agresión sexual y psíquica, y el abandono por parte de sus padres o cuidadores.
Al igual que el maltrato de menores, el maltrato de ancianos comprende agresiones físicas, sexuales y psíquicas, así como el abandono. Los ancianos son especialmente vulnerables a los abusos económicos por parte de sus parientes o cuidadores.
Los ancianos, hombres o mujeres, corren riesgo, por igual, de sufrir maltrato por parte de sus cónyuges, hijos adultos y otros parientes. Pero, en aquellas culturas en que las mujeres ocupan una situación social inferior, las ancianas corren un riesgo muy alto cuando quedan viudas de ser abandonadas y de que se les arrebaten sus propiedades. Algunas creencias tradicionales ponen a las mujeres de edad avanzada en peligro de sufrir violencia física. En la República Unida de Tanzania, se   mata cada año a unas 500 ancianas acusadas de brujería.
Vemos como la cultura desempeña un papel fundamental, al establecer  que comportamientos son considerados aceptables y cuales abusivos, definiendo así, que es violencia.  Por ejemplo, los procedimientos para mantener la disciplina infantil varían enormemente de unos países a otros.

En algunos países, las niñas y las mujeres violadas no están protegidas por la ley, sino que pueden morir a manos de sus parientes para preservar el honor y buen nombre de la familia, o bien verse obligadas a casarse con sus violadores para legitimar la relación sexual.
En todos estos casos vemos que la violencia se da como consecuencia del abuso de poder por quienes, culturalmente, están legitimados para ejercer ese poder.
Y esta violencia toma forma de castigo ya que entre los sujetos intervinientes hay una relación desigual.  Este tipo de violencia es unidireccional, tiene un carácter íntimo, secreto; como no tiene pausa, permanece escondida, es decir, que ninguno de los actores habla de ella en el exterior. Se manifiesta por medio de castigos, malos tratos, torturas, negligencia o falta de cuidados.
El que actúa la violencia (“el que abusa del poder”) se define, así mismo, como existencialmente superior con respecto al otro, y éste lo acepta. La diferencia de poder entre uno y otro puede ser tan grande que el que se encuentra en posición baja no tiene alternativa y debe someterse contra su voluntad.
El que controla la relación le impone el castigo al otro mediante golpes, privaciones o humillaciones. Por ejemplo: el hombre le pega a su mujer, la esclaviza, le quita su libertad, le impide todo contacto con el exterior y le niega su identidad, según él, el castigo se justifica por la “falta” en la que ella incurrió. Él manda y ella debe respetar su ley.
Esta clase de violencia ocasiona, en la víctima, un importante trastorno de  identidad, y su sentimiento de deuda respecto de quien lo castiga lo lleva a justificar los golpes y sufrirlo sin decir nada.
El violento, desde el punto de vista  psicológico, carece de toda empatía respecto al otro. Desea modelar a su pareja hasta quebrarla, para que se vuelva “como debe ser”, es decir, conforme a su propia imagen del mundo. Presenta distintas ideas fijas, repeticiones y comportamientos destinados a rectificar todo lo que es diferente de sí mismo. 
La pareja ha construido un marco relacional enfermo que los entrampa (consenso implícito rígido) en cuyo interior determinados mensajes verbales o no verbales desencadenan el acto violento.
En todos los casos, la violencia se manifiesta ritualizada, una cierta escena se repite de manera casi idéntica, por lo general, se observa una anticipación e incluso una preparación de la secuencia violenta.
Los miembros de la pareja celebran implícitamente un acuerdo, que no es otra cosa, mas que una trampa relacional, donde la violencia aparece como una necesidad de mantener el equilibrio entre ellos. No saben interactuar de otra manera.
Este acuerdo tiene tres aspectos:
1)     Aspecto Espacial:
Es el territorio donde se admite la violencia. Es decir, el lugar donde se desarrolla la interacción violenta.
2)     Aspecto Temporal:
El momento en que se desencadenan la interacción y la cronología de los hechos está predeterminado, son momentos ritualizados que irrumpen en violencia, ejemplo: en el momento de la comida, de hacer los deberes, etc.
En estos casos los comportamientos parecen limitarse a esta situación.
3)     Aspecto Temático:
Hay acontecimientos, circunstancias o contenidos de comunicación que desencadenan el proceso (infidelidad, trabajo, pasado, hijos, pariente, etc), en el curso de la escalada determinadas palabras desencadenan la violencia.

La violencia, es cíclica y de intensidad creciente. El ciclo de la violencia reconoce tres fases:
a)     Fase de acumulación: aquí se da lo que se conoce como microviolencia, es decir, los pequeños roses entre las partes. El agresor está como distraído, tenso, inquieto, y puede experimentar la llamada excitación aversiva sin que medie una causa externa.
b)     Fase de Episodio Agudo: aquí estalla la tensión acumulada con motivos desconectados al nivel de respuesta; el agresor no registra lo que sucede con su víctima. Eleva el nivel de control al máximo y no toma conciencia del daño que provoca.
c)      Fase de Arrepentimiento: luego de la descarga de tensión, las conductas asumidas por el agresor pueden variar, desde negar lo ocurrido hasta pedir perdón con promesas de cambio. En este caso, surge lo que se conoce como “luna de miel”, durante este tiempo el hombre tiene conductas de seducción que hacen que la mujer crea que ese es el verdadero hombre del cual está enamorada. Y debido a su gran dependencia emocional se aferra a esta idea. Este período de falsa armonía durará hasta que él se sienta nuevamente ansioso y vulnerable; entonces reanudará el ciclo, reconstruyendo su frágil identidad a expensas de su mujer.

En conclusión, para salir de este circulo vicioso es necesaria la intervención interdisciplinaria a fin de ayudar a las víctimas en el lento proceso de recuperación.  La OMS advierte que el principal obstáculo para combatir la violencia es la autocomplacencia, es decir, la falta de crítica de la sociedad en determinados temas como éste o la discriminación por razones de sexo, a fin de dejar de pensarlos como algo inmutable en la sociedad humana y procurar favorecer el cambio y la evolución.  La autocomplacencia ante la violencia,  a menudo, se ve reforzada por el propio interés, como en el caso del derecho de los hombres, consentido por la sociedad, a “aplicar correctivos” a sus mujeres. Se debe terminar con estas prácticas ya que la violencia NO es inevitable. 

 

BIBLIOGRAFIA:
* Duby, Georges y Perrot, Michelle. Historia de las Mujeres. Madrid, Taurus, 1992.-
* Giberti, Eva. La familia a pesar de todo. Noveduc, 2005.-
* Hesiodo. Trabajos y Días, 373 – 375.-
* Informe Mundial Sobre la Violencia y la Salud. Publicado por la Organización Panamericana de la Salud, Washington, D.C., 2002.-


[1] Abogada. Investigadora acreditada de la Fundación CIJUSO. Directora Adjunta del Instituto de Derecho Internacional Privado del Colegio de Abogados de Morón. Cursando el Postítulo de Docente Superior y Universitario (Universidad de Morón), Jefe de Trabajos Prácticos de Derecho Internacional Privado y de la Integración. Facultad de Derecho, Cs. Políticas y Sociales. Universidad de Morón
 



∂ Dr. Matias D. Alvarez Chaffer ∂ 
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